Los
que nos dedicamos y creemos en la
movilidad segura y sostenible iniciamos este nuevo año con el deseo de
acercarnos cada día al riesgo 0 y un año más, y ya van cuatro, los números se
alejan de ese objetivo.
El 3
de enero, la Dirección General de Tráfico presentó el Balance de Seguridad Vial
2017 y, más allá de puntualizaciones, debemos ser conscientes de que ha habido
un incremento de la mortalidad en nuestras carreteras: 39 personas, 39 vidas,
39 historias, 39 familias rotas más que el pasado 2016.
Estoy
con el Director General de Tráfico, el Sr. Gregorio Serrano que en sus
declaraciones afirma que la reducción de la siniestralidad es cosa de todos. Pues
bien, aceptemos el reto y ayudemos a que así sea, pero para ello necesitamos un
plan, un modelo claro, real y ejecutivo. Debemos entender que el paradigma ha
cambiado y que no podemos seguir aplicando las mismas acciones, en definitiva,
marcar un camino que nos lleve al riesgo 0.
Centrándonos
en los datos aportados por la DGT, no perdamos de vista que los datos son
provisionales y a 24 horas; observamos que en las vías interurbanas ha habido
1.200 fallecidos, 39 más que en 2016 y 68 más que en 2013, un incremento que definitivamente
ha roto la tendencia de descenso de la mortalidad desde 2003 y que, a mi juicio,
es la visualización del cambio de paradigma que debemos afrontar.
Este
cambio nos debe traer un nuevo modelo, una nueva estrategia en la que la
formación ha de estar presente de forma transversal en la educación vial, la
formación de conductores, el carné por puntos, también debe haber una formación/información
durante toda la vida del conductor, además de abrir el debate de las
condiciones psicofísicas del conductor, el rigor de éstas y como afectan a las
personas mayores.
Impulsar
la formación y concienciación como eje vertebrador de un nuevo modelo que
consiga revertir la curva de accidentabilidad que tenemos ahora no es óbice del
trabajo en la mejora de la infraestructura y de los vehículos, tanto en su
construcción como mantenimiento, ya que queda claro que son parte importante de
la solución. Pero quiero hacer hincapié en la formación porque es la Cenicienta
(o el “patito feo”) del sistema y en la que menos se ha invertido (no
únicamente de forma económica, también en legislación, y no ha permitido nuevos
avances). Tras la transposición de la última Directiva 2006/126 EEC no ha
habido ningún cambio y a decir verdad, el que se produjo entonces allá por 2009
no ha repercutido de forma positiva; está claro que se debe dar un paso
adelante como el realizado en países como Francia y Alemania, entre otros.
Según
el balance de 2017, y como viene siendo habitual, los factores principales de
mortalidad y heridos graves son la conducción distraída o desatenta con una
incidencia del 32%; la velocidad inadecuada con el 26%; el cansancio o sueño
con un 12%; el alcohol con un 12%; y las drogas con un 11%. Todos estos
factores se asocian al conductor, al factor humano, al igual que lo son los 175
fallecidos por no hacer uso del cinturón de seguridad.
No cabe
duda que a los conductores no se les conciencia ni educa únicamente con la
sanción, está claro que la educación, la formación y la concienciación es
necesaria para mejorar e incluso eliminar estos factores de riesgo. Por esta
razón, la DGT ha anunciado para 2018 nuevos proyectos, entre ellos acometer un
mayor control en temas como la velocidad, el alcohol y las drogas; una mayor
presencia de la educación, formación y comunicación que en el comunicado de
Tráfico se despacha con la frase “reforma
del modelo de formación vial en España”. Quedamos a la espera de conocer
cuál es esa reforma, pero sin duda debe pasar por la obligatoriedad de la
formación, tanto teórica como práctica.
No
se trata únicamente de hablar de forma genérica de la formación, debemos hablar
de los estándares de calidad que queremos o exigimos, lo cual debe llevarnos a
revisar el modelo que ha estado vigente durante muchos años y que sin duda ha
realizado su servicio. Pero ahora nos encontramos en un momento en el cual debemos
hacer frente a nuevas necesidades, a una nueva realidad y
sobre todo, a un objetivo muy ambicioso pero alcanzable: el riesgo 0. Para ello
debemos sentar las nuevas bases de este cambio: qué tipo de modelo se quiere,
qué perfil de formador, qué tipo de centro, qué modelo de examen. Es el momento
de revisar, adaptar y poner en marcha soluciones que, sin duda, darán su fruto.
Esa
es la reforma que me gustaría ver, contamos con centros de formación y formadores con capacidades, ilusión y ganas
para afrontar el reto, por lo que quedamos a la espera de ver cómo se
desarrolla la reforma que ha diseñado la DGT, sin dudar estaría bien que la
hiciera pública.
Manuel Nogales Romero