domingo, junio 03, 2012

Erase una vez un reino...

Erase una vez un reino donde el Sol brillaba, los campos eran verdes, los ríos bañaban valles, sus mares acariciaban las costas con olas suaves que rompían plácidamente en la orilla, el cielo era azul y hasta cuando llovía lo hacía con elegancia.

Todo era tan perfecto que su gente cada día era más feliz, se progresaba y se  prosperaba.
De los países vecinos teníamos continuas visitas, todos querían estar y trabajar en este reino, éramos la envidia y admiración de todos.

Pero como suele suceder en toda historia que se precia, la trama se iba a complicar. No se había vivido una época como esta, comentaban los más viejos del lugar, la sensación de tener la despensa llena da mucha tranquilidad a la vez que quizás hace que el ingenio descanse y  en su lugar aparezca la avaricia de tener cada vez más, de ser cada vez más sin mirar hacia adelante y lo que es peor hacia atrás. (El pueblo que olvida su historia, condena su futuro).

Poco a poco en el reino se extendió la idea que uno podía enriquecerse más y más sin esfuerzo, era fácil, sólo había que especular, solo había que generar negocio sin generar riqueza, recordar la despensa está muy llena. Y la idea corrió como la pólvora, llego a todos los rincones del reino y contagio a muchas personas que hipnotizados con el dinero fácil se olvidaron de la ética y lo que es más grave se olvidaron de lo efímero que son las cosas banales como el dinero.

Un día todo cambió, el Sol ya no brillaba tanto, los campos ya no eran verdes, los ríos estaban contaminados, el mar golpeaba la costa y el cielo era gris.

Todo lo que se había conseguido se desmoronaba, los cimientos no soportaban el peso de la codicia y la estupidez y yodo empezó a caer como un castillo de naipes ante la mirada atónita del prepotente que piensa que esto no le podía estar pasando a él.

Los países vecinos ya nos miraban con otros ojos y de repente dejamos de ser admirados para ser cuestionados con dureza y crueldad, (la despensa estaba vacía) se gritaba continuamente, que desgracia , ¿ahora qué haremos? , gritaban otros y como se desplaza un rayo en una tormenta los habitantes del reino agobiados, desesperados, asustados, vieron como todo era diferente y lo peor estaban desorientados.

Los súbditos miraban al Rey y sus consejeros y lo que veían era como estos se acusaban del desastre, su comportamiento esta como el de esos niños que tras una pillería se culpan de lo ocurrido, pero ellos ni son niños y lo ocurrido no es ninguna pillearía.

La sensación es de haber perdido el futuro, de haber caído en un pozo sin fondo sin opción a salir de él, se perdió todo referente y se cayó en el pesimismo y desaliento conjunto, cada día las noticias eran peores y los periodistas competían por haber quien daba el peor dato del día, en definitiva el reino se deshacía entre disputas y acusaciones.

El final de este cuento será el inicio del siguiente, pero solo quiero decir que para poder escribirlo debemos de volver a trabajar juntos todos, mirando hacia adelante aprendiendo de lo ocurrido. No es el momento de reproches, es el momento de actuar, de salvar la situación.

Eso no implica olvidar ni eximir de responsabilidades, esas se depuraran, ahora es el tiempo de unir las energías, generar confianza y creer que el futuro es nuestro y de nuestros valores y capacidades.

¡El futuro está en nuestras manos y si podemos cambiarlo!